jueves, 8 de agosto de 2013

Historia del Universo Capítulo 5




Capítulo 5

Dios revela los efectos de la caída y el Plan de Redención. El doloroso sacrificio del cordero, un símbolo del Salvador. Se proveen las vestiduras prometidas. El Creador será el Hombre que los salvará. En la pareja se intensifica el amor y gratitud hacia el Salvador. Estremecimiento de las huestes malignas ante la intervención del Eterno y la revelación del Plan de Rescate. El Eterno acompaña a la pareja fuera del jardín. Satanás intenta de nuevo apoderarse del ser humano enfrentándolos con furia, pero es repelido por Dios, y sus amenazas silenciadas. Malas consecuencias de la ciencia del bien y del mal. La fe del hombre en las verdades reveladas de la redención. El Eterno, compañero del ser humano en su jornada sobre la tierra. Naturaleza del Creador respecto a la guerra. El trabajo edificante contraataca muchos ataques de Satanás. Revelaciones recibidas al construir el altar. Dos mundos reflejados en la naturaleza caída. Un cordero inmaculado guiado y preparado por Dios. En el sacrificio se muestra una representación del conflicto entre el bien y el mal. La llama encendida, símbolo del perdón divino. La naturaleza, aún en su estado caído, revela el Plan de Redención.  

1. Después de contemplar a Sus hijos que, arrepentidos, yacían a Sus pies, el Eterno los tomó cariñosamente por las manos y los levantó. Se alegraba en poder revelar al hombre caído el plan de la redención. Con ternura, Dios comenzó a descubrirles primeramente los amargos resultados de su caída, diciendo: "Hijos, vosotros sellasteis el destino de toda la creación en las garras de la muerte. La desarmonía ya penetra la naturaleza, procurando destruir en ella todas las virtudes.
2 El abismo en el cual vosotros os sumergisteis por la desobediencia es por demás profundo para que podáis ser alcanzados por mi poderoso brazo. Así, desligado de la Fuente de la Vida, no resta más al ser humano otra suerte más allá de la muerte." Después de pronunciar estas palabras que revelaban una triste suerte, el Eterno invitó a la pareja a seguirlo. Cabizbajos, Adán y Eva, en llanto, siguieron al Creador en Sus pasos de justicia, que los encaminaba al lugar de la vergonzosa caída, donde suponían encontrar el doloroso final.
3 En esa dolorosa caminata, sollozaban al recordar su pasado de gloria deshecho por la ingratitud. ¡Como les dolía en el alma la terrible expectativa de ser reducidos, juntamente con la creación, a frías cenizas bajo la oscuridad de aquella noche de pecado! Mientras caminaban, contemplaban a través de las lágrimas las bellezas adormecidas bañadas por la luz de Dios. Veían a los inocentes animales, que no tenían conciencia del gran dolor. Súbitamente, la pareja se detuvo, vencida por intenso llanto; sus vacilantes pasos los había llevado junto a un cordero, el animalito más querido.
4 ¡¿Sus ojitos de dulzura también se habrían de apagar?! Secándoles las lágrimas, el Eterno les ordenó tomar en los brazos al inocente cordero. Envolviéndolo junto al pecho, acompañaron silenciosos los pasos del Creador, hasta alcanzar la cúspide del monte Sión, lugar de la vergonzosa caída. Contemplando allí los restos de los rubros frutos, con ímpetu les vino a la mente el recuerdo de la sentencia divina: "En el día en que de él comiereis, ciertamente moriréis." El terrible momento había llegado. El hombre culpable debería beber el amargo cáliz de la muerte, sucumbiendo sin esperanza.
5 Consciente de su perdición, la pareja percibió, con horror, que las manos que les habían traído a la vida empuñaban ahora un cuchillo puntiagudo de piedra. Temblorosos, se postraron y esperaron por el cumplimiento de la justa sentencia. Mientras enmudecidos por el miedo, Adán y Eva esperaban el golpe que los reduciría a polvo, sintieron el suave toque de las manos divinas que los levantó hacia una nueva vida. La condenación, sin embargo, habría de recaer sobre un substituto.
 6 Colocando en las manos de Adán el cuchillo, el Creador le dijo: El cordero morirá en lugar de vosotros. Adán debería sacrificarlo. Asustada ante la orden de Dios, la pareja, en llanto, se puso a clamar:  ¡Señor, el corderito no, el es inocente! Con expresión de justicia, el Eterno agregó: Si el no muere, vosotros no podréis tener las vestiduras de las cuales hablé. Ante la insistencia del Creador, Adán, todo tembloroso, en un esfuerzo doloroso, clavó en el pecho del corderito aquella aguda piedra. El golpe fue fatal, y el animalito, vertiendo su preciosa sangre, se sumergió en las tinieblas de una noche sin fin.
7 Contemplando al corderito inerte sobre la hierba ensangrentada, la pareja elevó la voz y lloró. Comenzaban a comprender la enormidad de su tragedia. ¡Cuan terrible era la muerte! Ella, en su poder, había apagado toda la luz de los ojos del inocente animal. Inclinándose silente sobre el cuerpo inerte del cordero, el Eterno removió la piel revestida de blanca lana y con ella hizo túnicas para cubrir la desnudez de la pareja. Después de vestirlos les preguntó con cariño: ¿Vosotros entendisteis el sentido de todo esto? En profunda reflexión, por entre sollozos de reconocimiento y gratitud, la pareja exclamó: ¡El murió en nuestro lugar, para darnos sus vestiduras!
8 Adán y Eva, aunque habían comprendido aquella realidad física, estaban lejos de entender el significado de aquel acontecimiento. A ellos el Creador revelaría el misterio del divino amor. Con expresión de infinita misericordia, Dios comenzó a revelar al ser humano el sentido de aquel doloroso sacrificio, diciendo: El inocente corderito, que hoy padeció, simboliza a un hombre que habrá de nacer. En sus ojos habrá la misma ternura, el mismo amor. Revestido por una vida justa, como la blanca lana que cubría al cordero, ese hombre crecerá como un renuevo sobre la Tierra, no teniendo en las manos las ataduras del pecado. En su apariencia, ese hombre no traerá la pompa de un rey, por eso será despreciado por muchos.
9 Será un hombre de dolores, pues caerá sobre sí el peso de todas las provocaciones. En su fidelidad al reino de la luz, ese hombre luchará contra el enemigo usurpador, venciéndolo finalmente. Después de triunfar en sus luchas, tomará sobre sí la carga de vuestra condenación que le causará una terrible muerte. Él será traspasado por causa de vuestra rebelión y molido por vuestras iniquidades. Será oprimido y humillado, más no abrirá su boca, como el corderito que hoy se entregó pacíficamente. Sucumbiendo en la muerte, él os concederá los méritos de su victoria. Envueltos por sus vestiduras de justicia, estaréis libres de la condenación.
10 La vida eterna alcanzaréis así, mediante el sacrificio de ese hombre justo que habrá de nacer. Adán y Eva, que en una mezcla de gratitud y dolor escucharon la revelación de tan grande salvación, indagaron reverentes al respecto de ese hombre especial que en su descendencia habría de surgir, a fin de cumplir tan inmenso sacrificio. El Creador, mirándolos tiernamente, movido por un amor que supera la misma muerte, los envolvió en un cariñoso abrazo     y reveló: ¡Yo seré ese Hombre! Sorprendidos ante la declaración del Eterno, Adán y Eva estuvieron inmóviles, mientras que contemplaban Su tierno semblante.
11 Comprendiendo el significado del tremendo sacrificio, se postraron a Sus pies y con lágrimas clamaron: ¡Nosotros somos merecedores de la muerte Señor, más Tú eres inocente y no debes sufrir en nuestro lugar! Secándoles las lágrimas, el Eterno con ternura les habló: Hijos míos, Yo les amo con un eterno amor. Yo moriré en lugar de vosotros. Ante esta confirmación, la pareja elevó la voz en una lamentación dolorosa. Decían: ¡Nosotros matamos al Creador! ¡Nosotros matamos al Creador! Mas Dios comenzó a consolar a la pareja con palabras de esperanza, diciendo: Después de beber el cáliz de la eterna muerte, Yo retomaré la vida y subiré al cielo.
12 Intercederé allí por el hombre perdido, concediendo a todos aquellos que, arrepentidos, aceptaren mi sacrificio, las vestiduras de mi victoria. Juntos, triunfaremos finalmente sobre el reino del pecado que se deshará en cenizas bajo nuestros pies. Crearé entonces un nuevo Cielo y una nueva Tierra, donde únicamente la justicia y el amor reinarán. Viviremos así para siempre, en un reino de perfecta armonía y paz. El Creador, que acompañado por la pareja permanecía todavía sobre el monte Sión, concluyó Sus revelaciones diciendo:
13 "El jardín del Edén estará ahora vacío. El ser humano, durante la larga noche de pecado, vagará en su exilio. No andará, sin embargo, solo: el Eterno, también peregrino, pisará con el hombre todo el camino espinoso, hasta poder juntos subir al monte perdido, triunfando gloriosamente sobre el reino de la muerte. El árbol de la ciencia del bien y del mal monumento de la rebeldía será entonces deshecho, dando lugar a un árbol glorioso que, uniendo su copa al árbol de la vida, se tornará en el arco conmemorativo de la gran victoria. Sobre el santo monte redimido, reposará entonces para siempre el trono universal, que por los fieles triunfantes será llamado: el trono de Dios y del Cordero."
14 Adán y su compañera, después que oyeron palabras tan confortadoras y llenas de esperanza, elevaron la voz en un cántico de gratitud y alabanza. Conocían ahora el infinito amor de su Creador y estaban dispuestos a servirlo. Después de consolar a la pareja, Dios los llevó hacia fuera del Edén. No les fue fácil despedirse de aquel precioso hogar; allí habían despertado a la vida en los brazos del Eterno; allí disfrutaron momentos de felicidad pura, en compañía del Creador, de los ángeles y de los dóciles animales. Una nostalgia infinita parecía envolver a la pareja en sus pasos de abandono. Fue con espanto que Satanás y sus súbditos presenciaron la intervención del Eterno.
15 Fueron sacudidos ante la sorprendente revelación del plan de rescate. Con rabiosa frustración, comprendieron que, si de hecho la promesa divina se concretizase, no restaría ninguna esperanza. Después de considerar sobre todo lo que había acontecido, una gran ira se apoderó de su corazón. No estaba dispuesto a reconocer la redención del ser humano. Haría todos los esfuerzos por retenerlo, juntamente con el reino que le había sido entregado. Cuando la pareja, acompañada por el Creador, alcanzó el valle herido por la muerte, amanecía. Allí Satanás los enfrentó con furia, en un intento de apoderarse nuevamente del ser humano.
16 La pareja estuvo temblorosa en la faz del enemigo, pero las manos protectoras de Dios los calmaron. Expresando en el semblante la firmeza de una justicia que es eterna, el Eterno silenció las amenazas del enemigo con las siguientes palabras: "El ser humano me pertenece, pues Yo lo compré con mi sangre". Al caminar en silencio junto al Creador, Adán y Eva observaban con tristeza las señales de la muerte estampadas en aquella naturaleza antes tan llena de vida. Las bellas flores, que habían desbotonado para exhalar aromas eternos, pendían ahora marchitas; ¡los pajarillos, que con alegría los saludaban en cada amanecer con sus trinos, volaban ahora distantes, haciendo sonar tan tristes cantos! Todo estaba cambiado en la naturaleza.
17 La ciencia del bien y del mal no había traído ningún bien al Universo, sino un intenso conflicto espiritual y físico. Ante las consecuencias devastadoras de su caída, la pareja, vencida por una inexpresable tristeza, se postró arrepentida y lloró amargamente. Dios, que también compungido por el dolor contemplaba el escenario desolador, procuró, con palabras de esperanza, confortarlos. Les habló sobre el nuevo Cielo y la nueva Tierra que un día crearía, donde la paz y el amor volverían a reinar en cada corazón. Allí vivirían siempre juntos, no trayendo en la frente las marcas de la tristeza, sino coronas de eterna victoria.
18 Allí secaría las lágrimas de sus rostros y estas jamás volverían a humedecer sus ojos. Amparando a Adán y a Eva en sus pasos, el Creador los condujo a través de un valle herido, hasta alcanzar el pie de una colina. La subieron en lentos pasos, mientras intercambiaban palabras de ánimo y esperanza. Sus pies alcanzaron finalmente el suave césped que cubría la cima espaciosa de aquella colina. Era sobre aquel lugar que la pareja veía a cada día el sol declinar, bañando el cielo y los valles de un rojo vivo, como la sangre que había chorreado del pecho del cordero.
19 Volviéndose hacia el lado oriental, la pareja, en una mezcla de dolor y nostalgia, contempló a lo lejos los paisajes que los envolvieron en aquel pasado tan feliz. Al divisar el monte Sión, que majestuoso se elevaba en medio del Edén, lloraron al acordarse de la caída. ¡Cuán débiles habían sido! El sol declinaba en su jornada, anunciando la llegada de una triste noche más la primera fuera del paraíso. En un calmado gesto, el Eterno, mostrándoles el valle sobresaliente de la colina, les habló con cariño: "Aquí será vuestra provisoria morada. Desde aquí podréis contemplar el paraíso que por algún tiempo permanecerá en la Tierra, hasta ser recogido a su lugar de origen, en el seno de la Jerusalén Celestial.
20 Allí, protegido por la justicia, aguardará el amanecer de la victoria. Cuando ese gran día llegue, regresaremos juntos a Sión, donde seremos coronados en gloria, en un reino de eterna felicidad y paz". Después de decir estas palabras, Dios ordenó a la pareja que construyesen en aquel lugar un altar de piedras, sobre el cual cada semana, en la noche que antecede al sábado, deberían inmolar un cordero, en memoria de Su Sacrificio.
21 Como señal de Su presencia, y para la certeza de que sus pecados serían perdonados, Él encendería un fuego sobre el altar, el cual duraría toda la noche, hasta consumir por completo la ofrenda del sacrificio. Para que el ser humano pudiese afirmar su fe sobre las verdades reveladas, y no en la manifestación visible de la persona del Creador, Él habría de permanecer invisible desde aquel momento en adelante. Solamente en ocasiones especiales, cuando se hiciese necesario Su aparición o la de ángeles para nuevas revelaciones y advertencias, esto ocurriría. Contemplando a Sus hijos entristecidos en aquel momento en que serían dejados aparentemente solos.
22 El Eterno les dijo con amor: "Hijos, aunque vosotros tengáis que permanecer en este ambiente hostil, no precisáis temer, pues Yo permaneceré al lado de vosotros. Seré un compañero amigo en esta jornada; llevaré sobre mis hombros vuestros dolores, vuestros anhelos, vuestras luchas. Cuando, tentados por el enemigo, estuvieren a punto de ceder, podrán encontrar abrigo en mis brazos, que siempre estarán extendidos para salvarlos y, si algún día vosotros no resistiereis, y por la furia del enemigo fueseis arrastrados hacia las profundidades del abismo, no os desesperéis creyendo no tener esperanza, pues Yo estaré allí para acudirlos con mi perdón y fuerza.
23 Tengan siempre en mente el significado de las vestiduras recibidas de mis manos, pues ellas hablan de la redención que al hombre pertenece. Descansen hijos míos, en mis brazos de amor." Después de consolar a la pareja con estas promesas, el Creador, viendo que estaban soñolientos por el cansancio, los hizo reclinar en Su regazo y, como de costumbre, los acarició dulcemente hasta adormecerlos. Al verlos olvidados en su sueño, Dios lloró al prever el sufrimiento que experimentarían al despertar. Con el corazón partido por el dolor causado por aquella separación física, el Creador dejó a la pareja dormida sobre la hierba, después de besarles los rostros ya marcados por el sufrimiento.
24 Su luz se disipo al tornarse invisible, dando lugar a las tinieblas de aquella primera noche fuera del paraíso. En el subconsciente de la pareja comenzaron a desfilar sueños coloridos de un pasado feliz. Se encontraban una vez más en medio las bellezas del Edén, saciados por una alegría eterna. Agradecidos por la vida, corrían por los campos floridos, jugando con los animales. Con felicidad unían las voces a los ángeles en los armoniosos cánticos en alabanza al Creador. Tantas escenas lindas desfilaban en su subconsciente, pero esos sueños se tornaron pesadillas, haciéndoles revivir su tragedia.
25 Agonizantes despertaron en medio de la oscuridad de aquella primera noche en el exilio. No consiguiendo conciliar el sueño, la pareja permaneció en llanto hasta ser consolados por el amanecer que les reveló a lo lejos el nostálgico paraíso. Dios, aunque invisible, permanecía al lado de Adán y Eva allí en la colina. El sufrimiento de ellos era Su sufrimiento, como también la esperanza de que un día retornarían victoriosos a Sión. Ante la mirada contemplativa del Creador, se revelaba el futuro sombrío de la humanidad. Con pesar, veía incontables criaturas pereciendo sin salvación, por rechazar Su amor. Lágrimas mojaron Su rostro, al prever al enemigo empleando toda astucia a fin de retener a los seres humanos bajo su dominio.
26 Larga sería la noche del pecado, y reñida la batalla por la reconquista del reino perdido. El triunfo de la luz requeriría de parte de Dios un sacrificio inmenso. En la persona del Mesías, a su tiempo, él nacería entre los hombres, con la misión de pagar el precio del rescate. Por medio de Él muchos serían liberados de las garras del enemigo: todos aquéllos que Lo aceptasen como Salvador y Rey. Contra ésos elegidos, el enemigo arremetería todas las fuerzas procurando hacerlos caer. En su visión del futuro, el Creador contempló con alegría el triunfo final de los redimidos.
27 Habían sido extremadamente probados, mas en todo fueron más que vencedores por medio de Aquél que los redimió de las tinieblas hacia el reino de la luz. Después de antever los sufrimientos que se derivarían de la gran lucha, el Eterno extendió la mirada por las planicies cautivas, contemplando allí a las huestes rebeldes dispuestas para la lucha. El objetivo de esos ejércitos, era apoderarse nuevamente del ser humano, en el cual estaba sellado el derecho de dominio sobre el Universo. Contrario a la naturaleza del Creador es la guerra, mas para la defensa de Sus hijos, estaba dispuesto a utilizar Su poder.
28 Su fuerza, sin embargo, solamente sería utilizada con justicia. Si el ser humano rechazase esa protección ofrecida mediante el sacrificio del Mesías, Dios nada podría hacer para impedir que él mismo pereciese en las garras del enemigo. Adán y Eva, sin embargo, se habían arrepentido de su gran pecado, recibiendo por la misericordia de Dios vestiduras de salvación, simbolizadas por las pieles del cordero sacrificado. Justificado por la entrega de la pareja, el Eterno convocó a Sus poderosos ejércitos para la pelea. En pronta obediencia las huestes de la luz irrumpieron por el espacio sideral en dirección a la Tierra, circundando cual fuerte muralla la colina, portadora de aquel tesoro redimido por la sangre del divino Rey.
29 Al ser humano le fue conferido en el Edén el deber de cuidar de la naturaleza: preparaban canteras para las flores; cosechaban frutos para manutención; dirigían a los animales en su inocente vivir, adiestrándolos para que les fuesen útiles. Esas ocupaciones habían sido para ellos fuentes de desenvolvimiento y placer. Ahora, a pesar de las adversidades, deberían continuar realizando ese deber. El trabajo en sí, realizado según las órdenes del Creador, ya anularía muchos ataques del enemigo. Las primeras ocupaciones de la pareja en aquella mañana, les trajo revelaciones del gran amor de Dios, hasta entonces desconocidas.
30 Al reunir las piedras para la construcción del altar, experimentaron el dolor de heridas que chorreaban sangre, como también la fatiga que hacia emanar sudor. Sintiendo y contemplando todo en la propia carne, amaron más al Salvador, para quién el altar construido prefiguraba heridas mayores, que verterían toda Su sangre, como también fatigas que minarían toda la salvia de Su vida. La mirada de nostalgia y de esperanza de la pareja de ahora en adelante, jamás se posaría en el Edén distante, sin discernir primero el altar de los sacrificios.
31 Ese altar, con sus manchas de sudor y sangre, permanecería como una remembranza del dolor y del sufrimiento que, después de humedecer los labios de los seres humanos, transbordaría en la copa del Creador. Después de contemplar por largo tiempo el paraíso de la vida eterna que se extendía mucho más allá de aquel altar oscuro de muerte, la pareja experimentó el dulce alivio del descanso. Deseosos de conocer los paisajes de su nuevo hogar, Adán y Eva, animados por la esperanza, salieron a pasear.
32 Sus pasos los conducían por caminos de sonrisas y de lágrimas; de encantos y desilusiones; de flores que delicadas desabotonaban, bañadas en perfume, y de flores despetaladas, tumbadas marchitas y sin olor; de animales todavía dóciles y sumisos y de animales enemigos, feroces y amenazadores. La pareja discernía en su paseo las divisas de dos mundos: el de la luz y el de las tinieblas; del amor y del egoísmo; de la esperanza y del desespero; de la armonía y de la desarmonía; de la vida y de la muerte. Esa visión les llenó de tristeza y lloraron largamente. Esa tristeza aumentaría todavía más en el futuro, cuando descubriesen la profundidad de esas divisas en el seno de su descendencia.
33 Seis arreboles ya habían coloreado los cielos anunciando a la pareja las noches oscuras y frías que con su manto de tinieblas deshacían todas las imágenes vivas, menos la esperanza de volverlas a ver coloridas en el amanecer de luz. Se acercaba ahora la hora del sacrificio, cuando el rudo altar, abrasado en su justicia clamaría por sangre. Si no le ofreciesen la ofrenda, explotaría con certeza, envolviendo todo el mundo con sus llamas; Ya no habría entonces amanecer, ni esperanza de Edén a florecer.
34 ¡Cuán preciosa es la sangre! ¡Sangre es vida; vida es luz! ¡Para un ser aquella noche se tornaría eterna, sin amanecer! Ese ser debería asumir la culpa de todo el mundo, dando su sangre al rudo altar. ¿Quién se ofrecería? ¡¿Quién vertería la salvia de la vida, hasta ver el último destello apagarse en su cielo?! Adán y Eva después de reflexionar por largo tiempo, contemplando la cuna de la muerte construida por sus manos, se miraron inquietos con esa pregunta decisiva: ¿Quién se ofrecerá? Esa indagación nacida de su culpabilidad, hizo vibrar en lo profundo de sus remembranzas la voz del bendito Creador en Su revelación de infinita bondad: “Yo los amo con un eterno amor; Yo moriré en vuestro lugar ".
35 Agradecida, la pareja se postró reverentemente ante el sediento altar, viéndolo por la fe, saciado por el don del eterno amor. En aquella tarde del sexto día, Dios sometía al ser humano a una tremenda prueba de fe. Ellos tenían delante de sí el altar de piedras, construido conforme a la orden divina, mas no había ninguna oveja para el sacrificio. En su anhelo, se acordaban del Edén, donde había muchos rebaños. Al ver el sol caer en el horizonte, Adán y Eva comenzaron a clamar a Dios por socorro, pues sabían que solamente un milagro podría providenciarles, en aquel último momento, un cordero para el sacrificio.
36 A los ojos de los habitantes del Universo, el gran milagro por el cual el ser humano clamaba, ya se procesaba a casi una semana: Guiado por el Creador, un inmaculado cordero había dejado el Edén y seguido los rastros de la pareja en su caminata hacia el exilio. En su larga jornada, ese animalito tuvo que enfrentar muchos desafíos y peligros, mas protegido y guiado por el Eterno proseguía en su misión. Cuando las sombras del anochecer comenzaron a envolver la colina, la pareja que vivía tan dura prueba de fe, discernió un puntito blanco que saltaba en el césped viniendo en dirección a ellos. A medida en que se aproximaba, aquel bulto parecía hablar de esperanza, de vida y calor.
37 Al ver que el gran milagro había acontecido, corrieron al encuentro del cordero, envolviéndolo en los brazos. Él estaba fatigado, mas no descansaría: daría descanso. Estaba sediento, mas no bebería: daría de beber al altar que clamaba por sangre. Aquel cordero tenía voluntad de vivir en los brazos del hombre, mas moriría, para que éste pudiese vivir en los brazos de Dios. Era un perfecto simbolismo del Redentor que dejaría Su gloria, viniendo en búsqueda del pecador. Las tinieblas de una noche prefigurativa más bajaron lentamente envolviendo toda la naturaleza en su prisión.
38 Su fuerza, sin embargo, sería abatida delante del ser humano, por el brillo de un fuego especial, encendido por las manos del perdón divino sobre el cuerpo sin vida del inocente cordero. Todo estaba preparado para el doloroso golpe: acto que apagaría de aquellos ojitos dulces el último destello de vida, sumergiéndolos en la fría oscuridad de una eterna noche: oscuridad que generaría luz; frío que generaría calor; muerte que generaría vida dones inmerecidos; frutos del divino amor ofrecidos a las manos pecadoras, prestas a herir. En medio de la silente noche el altar clama; el hombre triste exclama, mientras el cordero, mudo, no reclama al ser extendido para la muerte. Las manos que construyeron el altar se levantan ahora, no para acariciar como antes, sino para herir, sangrando el precio del perdón.
39 Solo un gesto, nada más, y el destello se apagará para siempre de los ojos inocentes, haciendo brillar en la faz culpable la luz de la salvación. Adán, temblando duda en compasión. En el corderito manso y sumiso, presto a morir en su lugar, ve al Salvador prometido. Con el corazón arrepentido, en un esfuerzo doloroso, clava el cuchillo de piedra en el pecho del animalito que perece en sus manos sin siquiera dar un gemido. El poder de la noche inmediatamente es abatido por el brillo del fuego de la aceptación. Su luz revela al ser humano su trágica condición: Viendo las manos manchadas por la sangre inocente, la pareja se siente culpable por aquella muerte.
40 En llanto se arrodillan ante el altar que ya no les reclama sangre, sino ofrece luz, aceptando el inmerecido perdón. Levantándose, la pareja contempla demoradamente el cuerpo herido del pobre corderito, sin poder agradecerle por la riqueza concedida a cambio de su tan rudo golpe. Bañados por la suave luz del sacrificio, Adán y su compañera permanecen silentes a meditar, hasta ser vencidos por un profundo sueño. Recostándose en el suelo cubierto de hierva suave, adormecen dulcemente bajo los cálidos rayos del perdón, seguros de que su brillo y calor perdurarían hasta ser las tinieblas de aquel sábado desvanecidas completamente por el fulgurante sol.
41 La luz del cordero, desde que fue encendida sobre el altar en aquella noche, permanecía en constante guerra con las tinieblas. En varias veces crecía en brillo ahuyentando a lo lejos la fría oscuridad, bañando la naturaleza con sus rayos de vida. En veces, las tinieblas trayendo su viento frío, casi arrancaban por completo la llama. Esta, sin embargo, en un gran esfuerzo se alimentaba de la sangre del cordero, lanzando a lo alto su ardiente llama, inundando de luz y calor todo aquello que había alrededor.
42 El conflicto entre la luz nacida del sacrificio y las tinieblas en aquella noche, descubría a los fieles del Universo muchas lecciones importantes  verdades que ocuparían sus mentes por toda la eternidad. En aquella llama, ya fuere ardiente en su brillo, ya fuere fustigada por los vientos de la noche, los fieles veían una representación del conflicto milenario entre el bien y el mal; conflicto que sin tregua se extendería hasta el amanecer eterno. El Eterno, en prenda de Su futuro sacrificio, había encendido en medio de las tinieblas, la luz de la verdad, y esa sería mantenida encendida en el corazón del ser humano, en virtud de Su sangre que sería derramada para remisión de la culpa.
43 Contra esa luz, el enemigo arremetería todos los vientos fríos de la maldad, desterrando del corazón de muchos su dulce brillo. ¡Cuántos yacerían perdidos por rechazar la luz del perdón divino, siendo envueltos por las tinieblas de la oscura noche! Después de largas horas de combate, surge en el cielo las señales del amanecer. La oscuridad que con ira había lanzado sus vientos sobre la llama que no muere procurando desterrarla, se torna confusa ante las señales del amanecer. El cielo teñido de un rojo vivo, hace recordar la sangre que había brotado del pecho del cordero para que la llama del perdón pudiese iluminar la noche humana.
44 En medio del colorido de sangre, surge en el horizonte el fulgurante sol, trayendo en sus calientes rayos el sabor de la victoria, envolviendo todo con su vida. El amanecer en su nostálgico afecto, acaricia el distante paraíso, llevando de su amado seno en su brisa matinal el aroma de la nostalgia, en un mensaje de consuelo y esperanza para las criaturas sufridoras del valle de la muerte. Bañados por los cálidos rayos y por la brisa de la esperanza, la pareja despierta en un sábado más, cuyo simbolismo apunta hacia el descanso en el reino de Dios, al culminar el gran conflicto entre la luz y las tinieblas.
45 Más allá de aquel altar cubierto de cenizas, Adán y Eva contemplan demoradamente el nostálgico paraíso. Aunque distantes en su exilio, se alegran con la certeza de que el sacrificio del Mesías hará rayar para ellos el sábado de sábados: aquél de lágrimas para siempre desterradas; de sol siempre a brillar en un límpido cielo; de corderos siempre vivos a jugar por el césped; día sin anochecer, cuando no habrá más altar cubierto de sangre y cenizas. Suspiran por ese día de gloria, cuando Dios Se hará eternamente visible, llevando en las manos las marcas de Su infinito amor por Sus hijos.
46 Antes de la caída, el ser humano, así como todas las huestes celestiales, aprendían a los pies del Creador que con paciencia les enseñaba los tesoros de la sabiduría contenidos en el vasto compendio de la naturaleza. Todo en el Universo, desde el diminuto átomo hasta el mayor de los mundos, testificaba en su perfecta existencia del carácter del divino Rey. Muchas enseñanzas, sin embargo, permanecieron ocultas en las páginas de ese gran libro en el período que antecedió a la caída: Eran como las estrellas que, ocultas durante el día, revelan su brillo al bajar las sombras de la noche.
47 Teniendo la naturaleza cautiva, el enemigo, en el intento de bloquear la revelación de la Eterna sabiduría, introdujo en ella manchas de egoísmo, destrucción, infelicidad y muerte. No sabía que esas manchas harían evidenciar en la faz de la creación la profundidad de la justicia y amor de Dios, llevando a los fieles a amarlo y reverenciarlo aún más. Para la pareja, así como para todos los hijos de la luz, la naturaleza herida rompió su velo, revelando nuevos aspectos de la bondad del Creador ocultos hasta entonces.
48 Adán y Eva que estaban acostumbrados a las flores eternas en el paraíso, aquellas que no las vieron desabotonar, las veían ahora surgir en tiernos botones, en medio de las amenazas de espinos prontos a herirlas. Esas tiernas flores, sin importarse estar con los espinos, exhalaban perfumes suaves de alabanza y gratitud, jamás cansándose de agradar el ambiente. Cuando fustigadas por los fríos vientos de la noche, esas flores no se resentían, sino que ofrecían su aroma, que transformaba la furia de los vientos en brisas perfumadas de un amanecer.
49 Movidos por profunda gratitud, la pareja acompañaba atentamente el ministerio de amor de aquellas flores que, jamás se cansaban de bendecir, ofreciendo su belleza y perfume como alivio para aquellos que eran heridos por los rudos espinos. Aquellas flores singulares y puras, después de mostrar en su corta vida que el perdón y el amor son más fuertes que todos los vientos y espinos, en un último esfuerzo de comunicar alegría, exhalaban su perfume, cayendo marchitas y sin vida sobre el suelo frío. Allí, olvidadas, se transformaban en insignificante polvo que era dispersado por el viento.
50 La muerte de las flores, aunque pareciese fracaso, reveló a la pareja el misterio del renacimiento de la vida: Muriendo, las flores daban vida a los frutos que, a su vez, después de servir de alimento, donaban sus semillas llenas de vida. En la muerte de esas semillas, renacía el milagro de la vida, multiplicando los árboles con sus flores listas  a repetir la enseñanza del amor y del sacrificio. La naturaleza, por tanto, incluso manchada por el pecado, revelaba el misterio oculto del plan de la redención. Cada flor a desabotonar en medio de los espinos, en su corta vida de amor, era un símbolo del Salvador que nacería entre los espinos de la maldad, para consolar con su perfume el corazón de los afligidos.
51 Semejante a la flor, el Mesías después de probar que el amor y el perdón son más fuertes que todos los vientos del odio; que la verdad y la justicia del reino de Dios son mayores que todos los engaños e injusticias del reino del enemigo, vertería la salvia de su vida, muriendo para redimir a los culpables.

2 comentarios:

  1. Animo hermanos


    EL Eterno les bendiga

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  2. Gracias por las palabras de aliento. En verdad llegaron en un momento en el que me ayudaron y fortalecieron. Muchas gracias por sus oraciones.

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