jueves, 4 de octubre de 2012

Historia de Salem Capítulo 11




Capítulo 11

Samael hace preparativos para conquistar Salem y expone su plan espía. En camino a Salem, sus recuerdos lo torturan. Salem más bella y hermosa que antes. Acontecimientos en el día de la coronación.

1 Los doce meses contados a partir del gran sacrificio estaban casi por terminar. El cetro, totalmente restaurado, resplandecía en su estuche, mientras que el príncipe, igualmente restablecido de las heridas causadas por la rebeldía, se alegraba al ver llegar el Yom Kipur de su coronación. Mientras tanto, él componía lindas canciones que expresaban su amor por Salem.
2 En aquellos doce meses, la ciudad de la paz llegó a ser más bella, siendo adornada cual una novia para el grandioso día de la coronación.
3 A una semana para el Yom Kipur, Samael, totalmente inconsciente de que el día de su juicio se aproximaba, reunió a sus seguidores, anunciándoles que la próxima misión sería la conquista de Salem. Antes de que ellos avanzaran, sin embargo, él subiría solo para verificar los puntos vulnerables de la ciudad.
4 Después de ser aplaudido por la turba, Samael partió en su misión de reconocimiento. Mientras que avanzaba solo, procuraba no acordarse de aquéllos momentos que le trajeran terror por la culpabilidad, mas, dominado por una fuerza superior, fue arrastrado en sus recuerdos hacia aquel monte de la cruel tortura.
5 Todo su pasado comenzó a venirle a la memoria, como un peso desmoronador.
6 Cuando despertó de sus recuerdos de los cuales no consiguió huir, era ya de noche. La oscuridad que lo envolvía le pareció el presagio de un triste final. Ese desánimo, sin embargo, procuró desecharlo con el recuerdo del ejército que lo esperaba, listo para cumplir sus órdenes, en la conquista de Salem, donde no habría más recuerdos de aquél pergamino.
7 El amanecer lo alcanzó estando próximo a Salem. Al ver el monte de los Olivos, le vino el recuerdo de la última vez que lo traspasó, dejando tras de sí la ciudad vencida. ¿Cuántas noches habían pasado desde entonces? Él había perdido la noción del tiempo, no sabiendo que exactamente doce meses se habían pasado. No podía imaginarse que, rayaba en aquella mañana el Yom Kipur, el día de su juicio.
8 Al llegar a la cumbre del monte de los Olivos en aquella mañana, Samael se sorprendió  al ver que la ciudad se había tornado más bonita que antes; Toda ella estaba adornada de ramos y de flores, como una doncella a la espera de su novio. Y sin embargo, Salem estaba abandonada, no teniendo ninguna señal de vida en todas sus mansiones. Esto lo hizo concluir que los golpes que habían aniquilado al príncipe y al cetro, habían traído como consecuencia todo aquel abandono. Él no sabía, sin embargo, que en aquel momento todos los remanentes de aquel reino, se encontraban ocultos en el gran salón del palacio, esperando el momento más glorioso, de la coronación de Melquisedec.
9 Imaginándose exaltado sobre el trono abandonado, teniendo a sus pies a los ejércitos victoriosos, el rebelde penetró en la ciudad, dirigiéndose apresuradamente al palacio. Al cruzar el portal principal que da entrada  al salón principal, se llenó de asombro al ver allí reunidos una multitud de fieles. Sobre un tablado de oro, adornado de flores talladas en piedras preciosas, se encontraba el trono vacío. En la base del trono estaba el pergamino de las leyes, una corona de oro llena de piedras preciosas y el estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición. Sin entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una columna, temiendo ser reconocido, y se mantuvo observando.
10 Los súbditos, con la expresión de feliz expectativa miraban hacia el trono vacío. ¿Dónde encontraban ellos motivos para toda esa alegría, si habían perdido a su rey juntamente con el cetro? Samael se preguntaba sobre ese misterio, cuando Adonías, aplaudido por los súbditos, se encaminó junto al trono. Con una voz llena de emoción por la victoria, el fundador de Salem anunció que había llegado el momento tan soñado de la coronación. Un grito de triunfo resonó por los aires cuando, anunciado por su padre, entró el príncipe amado encaminándose en dirección del trono. Al verlo cubierto por un manto de gloria, Samael fue poseído por un terrible pavor, y procuró huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales del gran salón estaban cerrados por fuera.
11 Dio inicio la ceremonia de la coronación. Era un momento en verdad solemne. Adonías, en un gesto reverente, tomó la rica corona, colocándola en la frente de su hijo. Inclinándose después hacia el estuche, lo abrió cuidadosamente, sacando de él el laúd restaurado, cuya belleza y brillo eran muy superiores a su primera condición, al salir de las manos de Adonías su laudero. Sentándose en el trono en medio de las aclamaciones de los súbditos, Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de él acordes de mucha armonía y paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas composiciones que expresaban su profundo amor por el cetro y por todo aquel reino de paz.
12 Gran emoción invadía el corazón de todos en ese momento, llevándolos a las lágrimas. Samael, sin fuerzas para reaccionar, se sentía torturado por aquellos acordes que lo torturaban haciendo revivir en su mente sus oportunidades perdidas, en una tortura terrible para su conciencia.
13 Melquisedec había compuesto para ese momento especial, canciones que retrataban los momentos más destacados de la historia de Salem; Cuando comenzó a cantar sobre la amistad que había tenido por Samael, su voz se embargaba por las lágrimas que no conseguía contener. ¡Triste era para él cantar sobre la caída de aquél que había sido su mayor amigo! Cantó entonces sobre el alto precio  que tuvo que pagar por la reconquista del cetro, que representa la honra de Salem.
14 Al contemplar aquellas manos marcadas por las cicatrices, tocando con tanta maestría y cariño el cetro restaurado, los súbditos tomados por una fuerte emoción, se postraron en llanto.
15 Al ver en las manos de Melquisedec aquél laúd que, en sus manos había sido un Instrumento de tortura, Samael comprendió, demasiado tarde cuánto había errado, desviándose de los consejos del príncipe; Cuántas veces aquéllas manos sobre las cuales había descargado toda aquella violencia habían sido extendidas en un esfuerzo de salvarlo, y él las había despreciado negligentemente. ¡Ahora, era demasiado tarde! ¡¡¡Extremadamente tarde!!!

1 comentario: