martes, 2 de octubre de 2012

Historia de Un Vaso Capítulo 3




Capítulo 3

Abraham entiende el significado del vaso. Abraham protege a la pequeña llama de los fríos vientos. Muchas ovejas siguen a Abraham. Abraham, andando solo, sigue el rastro. Los ejércitos se burlan de Abraham y amenazan con el exterminio de los cautivos.

1 Angustiado por no poder realizar el sueño de Sara, proseguí rumbo al futuro incierto, siendo orientado únicamente por la llama, cuyo brillo aumentaba a medida en que las tinieblas se hacían más densas. Comencé entonces a meditar sobre aquella llama que me acompañaba con su brillo y calor.
2 Yo estaba acostumbrado a ver el Fuego Sagrado entronizado sobre un gran altar de piedras, en medio de las alabanzas de muchos pastores, de entre los cuales yo me destacaba como maestro y sacerdote. En aquellos momentos de adoración, yo me vestía con los mejores mantos, y hacía la pregunta de realizar el sacrificio, solamente cuando todos mis siervos estuviesen reunidos a mi alrededor, para que escuchasen mis consejos y advertencias. En la hora del sacrificio, yo levantaba hacia el cielo mi espada desenvainada, y, con palabras amedrentadoras, proclamaba la grandeza del Señor de los Ejércitos, El Dios Todopoderoso que domina sobre los Cielos y  la Tierra. Vibrando la espada en el aire en un movimiento amenazador, yo representaba delante de mis pastores, la imagen de un Dios severo, que siempre esta listo para repeler cualquier confrontación. Después de esa demostración de soberanía y poder, tomaba yo una oveja de las manos de un pastor, y la amarraba sobre el altar. Para que estuviese bien clara la ira divina, pinchaba yo sobre su cuello, golpeándola severamente, hasta verla perecer. En aquel momento yo descendía del altar, y permanecía esperando el Fuego Sagrado que jamás dejó de manifestarse sobre el sacrificio.
3 Yo había aprendido desde la infancia a reverenciar el Fuego Sagrado, creyendo que ello era una revelación visible de Yahwéh, el Gran Dios Invisible. Hasta entonces, yo lo veía como un Fuego Único e Indivisible. Ahora, al transportar en un humilde jarro la llama que se había desprendido del altar, mis pensa-mientos se agitaban con el sur-gimiento de un nuevo concepto sobre el Creador: el concepto de un Dios Sufridor que es capaz de desprenderse del Gran Yahwéh, representado por el Fuego Sagrado, para acompañar al pecador en su jornada.
4 Arrepentido, me postré delante del vaso y lloré amargamente. Tenía ahora conciencia de que todo el celo demostrado junto   al Altar, tenía como finalidad   la exaltación de mi orgullo, y no la del amor de Aquél que me acompañaba por el camino.
5 Súbitamente, se me grabó en la mente la convicción de que aquella pequeña llama que se había desprendido del Fuego Sagrado, era una representación del Mesías, que Se desprendería del Gran Yahwéh, para ser el Dios Con Nosotros, compañero en todas nuestras jornadas. Al sobrevenirme esta convicción, la llama se alegró, tornándose más brillante y calurosa.
6 Con el corazón transformado, proseguí por el camino rumbo  al valle, llevando en los hombros el jarro que me había traído después de tanto desprecio, la alegría de una nueva revelación sobre el carácter del Creador.
7 Momentos difíciles comenzaron a surgir en mi camino, cuando fríos vientos venidos del mar salado comenzaron a arremeterse contra la pequeña llama, pro-curando apagarla. Yo la amparaba con mi cuerpo, andando muchas veces de lado e igualmente de espalda, mas siempre avanzando rumbo al valle.
8 Al romper la luz del día, me encontré a un paso de la planicie. Comencé a encontrar por el camino muchos rebaños que eran conducidos por rudos pastores. A medida en que avanzaba entre ellos, surgían tumultos y confusiones, pues muchas ovejas y cabras se asustaban con mi vaso ardiente, dispersándose por todas partes. Esto hizo que la mayoría de los pastores estu-viesen irritados contra mi presencia en su medio.
9 Sabiendo que no podría permanecer retenido en ese valle, proseguí de frente rumbo a Sodoma. Mientras que avanzaba, comenzó a suceder algo interesante: muchas ovejas, tiernas y sumisas, comenzaron a acompañarme. Eran pocas al principio, pero poco a poco su número fue aumentando, hasta que comencé a caminar con dificultad, debido al gran número de ovejas que me seguían. A lo lejos yo podía ver a los pastores, enfurecidos, por la pérdida de sus ovejas más bonitas.
10 Al llegar a la Ciudad de Sodoma, la encontré vacía y devastada. Siguiendo los rastros dejados por los ejércitos y por la multitud de cautivos, fui aproximándome cada vez más al blanco de mi misión. Al llegar a la campiña de Dan, pude avistar a lo lejos el gran campamento de los soldados, al pie de una colina. Sin prisa, me encaminé hacia allá, conduciendo a mi nuevo rebaño.
11 Desde lo alto del monte, pude observar el campamento en toda su extensión. Había millares de soldados conmemorando su victoria; Mientras que, centenares de cautivos yacían amontonados en medio del campa-mento, humillados y sin esperanza. Ante esa escena, estuve imaginando cómo se podría realizar la liberación.
12 Mi presencia despertó la curiosidad de algunos soldados que, al verme con el vaso fumigante, se aproximaron y comenzaron a burlarse. Cuando me preguntaron el motivo de mi presencia en aquel lugar, les dije que venía a liberar a mi sobrino Lót. Mis palabras se tornaron en motivo de muchas bromas en todo el campamento; Después de esto, comenzaron a mofarse de Lót.
13 En poco tiempo, toda aquella burla se transformó en gritos de venganza, y proclamaron que, a la mañana siguiente, todos los cautivos serían exterminados, comenzando por mi sobrino.

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