jueves, 4 de octubre de 2012

Historia de Salem Capítulo 4




Capítulo 4

Samael se deja dominar por sentimientos de grandeza y orgullo. Mantiene en secreto su plan e in-tenta imponer sus conceptos contrarios a la ley del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo al camino de la humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al   dejarse dominar por el orgullo y la codicia.

1 Samael, al conocer los planes de Adonías en cuanto al futuro de Salem, se llenó de euforia. Contemplaba ahora risueño aquella ciudad sin igual, imaginando su futuro de gloria. Considerando las palabras del rey, de que él sería el segundo en el reino, se dejó dominar por un sentimiento de exaltación. Él, que hasta entonces, en obediencia a las leyes del pergamino, había vivido una vida de humildad, comenzó a enorgullecerse de su posición. En su devaneo se sentía junto al trono, teniendo a los súbditos de Salem a sus  pies, aclamando con alabanzas su grandeza. Samael, totalmente dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de que estaba siendo conducido por un camino peligroso. El orgullo que lo seducía, estaba generando el egoísmo que luego se manifestaría en codicia.
2 Una semana después de la revelación de Adonías, los súbditos promovieron una fiesta en homenaje a Melquisedec, el futuro rey de Salem. Viéndolo aclamado por tantas alabanzas, Samael tuvo el corazón arrebatado por un extraño sentimiento de envidia, fruto del orgullo y del egoísmo.  No podía soportar el pensamiento de ser dejado en segundo plano. ¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio como el príncipe?! Era casi imposible disfrazar tal sentimiento de infelicidad.
3 En tiempos pasados, Samael encontraba indescriptible placer  en los momentos en que, al lado del príncipe, recitaba las leyes contenidas en el pergamino, que eran transformadas en lindas canciones. Ahora, tales momentos se tornaron desagradables, pues aquellos principios contrariaban sus ideales. Decidió, sin embargo, no revelar sus sentimientos de rebelión. Soportaría el anticuado pergamino hasta que, con su autoridad, pudiese excluirlo del nuevo reino que sería establecido. ¿No sería acaso él el guardián de aquellas leyes? Esa "victoria" procuraría alcanzar mediante su influencia y sabiduría.
4 Juzgando poder influenciar al hijo de Adonías con sus sueños de grandeza, Samael se aproximó hasta él con euforia, y comenzó a hablarle de las glorias del reino venidero, donde los dos, cubiertos de honores, disfrutarían de las alabanzas de una Salem victoriosa. Serían ellos los héroes del más perfecto reino establecido entre los hombres.
5 Las delirantes palabras del súbdito honrado trajeron preocupación y tristeza al corazón del joven príncipe, pues no reflejaban las enseñanzas de amor y humildad del pergamino.
6 Viendo a su amigo íntimo en peligro, Melquisedec, con una ternura jamás revelada, lo con-dujo al lado del trono, donde, tomando el pergamino, comenzó a leer compasivamente los siguientes párrafos:
7 —El reino de Salem será afirmado sobre la humildad, pues esta virtud es la base de toda verdadera grandeza.
8 La humildad es fruto del amor, siendo contraria al orgullo, que puede mantener a una criatura apresada al polvo, haciéndola contentarse con sus limitaciones, engañándola como si las mismas fueran de infinito valor.
9 La humildad consiste en el olvido de sí mismo, y este, en una vida de abnegado servicio por los semejantes. —
10 Samael, esforzándose por encubrir su indignación ante la lectura del pergamino que para él era anticuado, dijo al príncipe, en tono de consejo de amigo:
11 —Mi buen amigo, reinaremos en una Salem victoriosa, que fulgurará muy por encima de este pergamino, cuyos principios fueron cumplidos fielmente en estos años de prueba. ¿Acaso la plena libertad no será la gloria de Salem? Pues sabed que, la completa libertad no coexistirá con estas leyes, cuyo objetivo se encierra al término de los cinco años. Corresponde a nosotros dos coronar a Salem con el honor de una total libertad, que generará una felicidad sin fin. Tal libertad es imposible que exista bajo las limitaciones del pergamino. —
12 El hijo del rey se estremeció mucho ante las palabras de su amigo, que evidenciaban locura. ¡¿Cómo liberarlo de ese camino de muerte?!
13 Nadie en Salem, además de Melquisedec, conocía la triste condición de Samael. Con paciencia, el príncipe procuraba concientizarlo del valor real del pergamino, cuyas leyes no po-drían jamás ser alteradas, pues esto ocasionaría el fin de toda la paz.
14 Los consejos del príncipe finalmente despertaron su corazón. Meditando en sus palabras, se concientizó de estar siguiendo por un camino engañoso.
15 Al ver en los ojos de aquél a quién tanto amaba las lágrimas del arrepentimiento, el hijo de Adonías se alegró con su victoria sobre el orgullo y el egoísmo.
16 Los días que siguieron a la liberación, fueron llenos de realizaciones; El príncipe se mostraba aún mas amigo, dispuesto a dar todo de sí mismo de modo que su compañero pudiese proseguir triunfante en el camino  de la humildad. En aquellos días de júbilo, fue dado a él el honor de conocer el cetro que estaba siendo moldeado.
17 En un momento de descuido, Samael que había vuelto a disfrutar de paz en el espíritu, permitió que su corazón nuevamente estuviera poseído por un sentimiento de grandeza, que hizo desencadenar una nueva tormenta en su alma. Ese sentimiento mezcla de orgullo y codicia le sobrevino en el momento en que el príncipe le mostraba el laúd dorado, en el cual estaba siendo impreso el sello de todo el dominio.

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