jueves, 4 de octubre de 2012

Historia de Salem Capítulo 3




Capítulo 3

Las sublimes composiciones de Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de bondad y paz. La música preservando la armonía y la paz. Samael, compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones impor-tantes de Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem victoriosa. Samael, guardián de las leyes.
  
1 Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los súbditos se reunían cada día al amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes composiciones de Melquisedec, que inspiraban a actos de bondad y paz.
2 Entre las amistades nacidas y fortalecidas en virtud de la música armoniosa, sobresalía aquélla que unía al príncipe con Samael. Desde que había comenzado a residir en la mansión del monte, Samael se había convertido en su compañero constante. Juntos pasaban largas horas, meditando sobre las leyes del pergamino. Con admiración, el súbdito honrado veía al hijo de Adonías transformar aquellas leyes en lindas canciones. Las dulces melodías nacían de sus labios como el perfume de una flor.
3 Consiente de la importancia de la música en la preservación de la armonía y paz en Salem, el príncipe, además del canto, comenzó a dedicarse a la música instrumental, siendo su instrumento preferido el laúd. Era por medio de ese instrumento que conseguía expresar con mayor perfección la riqueza de su alma.
4 De los seis años de prueba, cinco, finalmente pasaron. Adonías, feliz de ver que hasta entonces todos los habitantes de Salem habían permanecido leales a los principios contenidos en el pergamino, los convocó a un banquete, en el cual haría importantes revelaciones.
5 Habiendo tomado sus lugares delante del trono, los súbditos, con alegría unieron las voces entonando los cánticos de la paz, siendo regidos por Samael.
6 Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió a su hijo, abrazándolo en medio de los aplausos de la multitud agradecida. Todos reconocían que la paz y la alegría en Salem, eran en gran medida debidas al amor y dedicación del amado prínci-pe, que era el autor de aquellas dulces canciones.
7 En aquel momento de reconocimiento y gratitud, Adonías reveló sus planes mantenidos hasta entonces en secreto. Con voz pausada, les dijo:
8 —Súbditos de este reino de paz, mí alma esta repleta de alegría por contemplar en este día vuestros rostros más radiantes que en tiempos pasados. Vuestras vestiduras continúan blancas y puras, como cuando las recibisteis de mis manos. La armonía de vuestras voces e instrumentos, hoy son mejores.
9 Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con solemnidad:
10 —Un año de prueba todavía resta, al final del cual seréis  examinados. Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis honrados siendo confirmados como súbditos de este reino de paz. No obstante, si alguien fuera hallado en falta, será desterrado, aún y cuando este juicio nos traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11 Las palabras del rey llevaron a los súbditos a una profunda reflexión. Todos, examinándose, indagaban reverentes: — ¡¿Estaremos aprobados?!—
12 Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a Salem y sus leyes, unieron las voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al terminar el cántico, Adonías les reveló su gran secreto:
13 —Aquéllos que fueren aprobados, heredando este reino de paz, recibirán como rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado de esta Salem Victorio-sa. —
14 La revelación del rey fue aclamada por todos con mucho júbilo. Adonías, sin embargo, todavía no les había revelado todo su plan, por eso pidiéndoles silencio, prosiguió:
15 —Mi hijo empuñará un cetro especial, en el cual sellaré todo el derecho de dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía, será un laúd. —
16 Ante esta revelación que a todos sensibilizó, el príncipe postrándose a los pies de su padre, lloró motivado por mucha alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con euforia, anhelando ver el amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17 Adonías, llamando a Samael a estar junto a su hijo, concluyó diciendo:
18 —En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo el propó-sito de hacer de Samael el primero después de Melquisedec. A él será confiado el pergamino de las leyes, debiendo ser el guardián de la honra de este reino triunfante. —

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