jueves, 4 de octubre de 2012

Historia de Salem Capítulo 12




Capítulo 12

Jubilosa proclamación y coronación de Melquisedec. Sellamiento de ciudadanía a los fieles. Samael se presenta y desafía al rey. Sellamiento del juicio contra Samael y sus seguidores.

1 Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían sido conducidos a todo aquel pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo, unieron finalmente las voces en una jubilosa proclamación:
2 Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres de reinar en gloria y majestad entre los loores de tus fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de las amenazas de las tinieblas, haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del amanecer.
3 Ese cántico de exaltación fue seguido por la ceremonia de la confirmación de todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonías, con su cetro redimido, comenzó a sellar con un toque especial del cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual una larga fila de fieles exaltados.
4 Los súbditos confirmados, a medida en que iban recibiendo el toque de aprobación del rey, se colocaban al lado derecho  del trono, donde permanecían aguardando por la confirmación de los otros.
5 Las miradas que, iluminadas de alegría, habían acompañado el sellamiento de los últimos justos, se posaron sobre la figura extraña de Samael que, dominado por una fuerza irresistible, se encaminaba cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era horrible: su semblante había sido deformado por el mal; sus vestiduras estaban sucias y mal olientes; todo en él repugnaba, al punto de que nadie lo reconoció.
6 En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec se levantó de su trono como herido por un gran dolor; De sus labios los súbditos oyeron una dolorosa exclamación:
7 — ¡¡¡Samael, Samael!!!—
8 La figura deplorable de aquél que había sido tan bello, llenó a todos de tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por motivo de que sabían que el destino de Samael y de todos aquellos que lo habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos hubiesen atendido a los amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no era el plan del rey y el sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del pergamino, siendo el segundo en honra en aquél reino?
9 Samael que, reconociendo su desventura, se había aproximado cabizbajo hacia el trono, al presenciar toda aquella lamentación, y engañado nuevamente por el orgullo, juzgando que se trataba de una demostración de debilidad de sus enemigos. Al acordarse de su ejército que fortificado lo esperaba en la planicie, lo engañó con la certeza de que sería victorioso sobre Salem. Con este pensamiento, levantó la frente marcada por el odio y, mirando al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió, desdeñando su autoridad, con   la amenaza de quitarle el trono.
10 Aún que condolidos por su perdición, los súbditos de Salem no soportaron la osada afrenta de aquél enloquecido joven que, después de causar tanto sufrimiento, todavía era capaz de levantarse con tan grande desafío.
11 El rey victorioso que con tanto placer había sellado con su cetro la conquista de los fieles, lo levantó dolorosamente para  el sellamiento de la triste suerte de los rebeldes. Inmovilizado por una fuerza extraña, Samael, sin desviar los ojos del cetro, oyó de los labios del rey la proclamación de su juicio y de todos sus seguidores:
12 Prisioneros de una fuerza invisible, estarían retenidos en sus cavernas por seis años, siendo después visitados por el fuego del juicio que los destruiría juntamente con las ciudades que con ellos se aliaran.

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